‘Yo quiero que el lector no pueda salir de este libro indemne’: María Fernanda Ampuero sobre ‘Pelea de Gallos’

By 30 September, 2020

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Los cuentos de la colección reciente de María Fernanda Ampuero, Pelea de Gallos, son contundentes, horribles y muy diferentes a lo que espera el mundo angloparlante de la literatura latinoamericana. En sus 13 relatos, la escritora narra una realidad latinoamericana femenina desde varias perspectivas, con un lenguaje muy sencillo y frugal, pero a la vez utilizando un imaginario muy juguetón. La colección logra decir mucho en muy pocas palabras. Hablamos con la autora para entrarnos un poco en su mundo narrativo.

La colección abre con dos citas: la primera, de La hora de la estrella de Clarice Lispector, una novela que cuenta la historia de una niña, Macabea, quien vive una vida externamente miserable y quien pasa por gran violencia física y emocional. Aún así, la narradora reconoce que Macabea cuenta con una forma de libertad interna. ¿Qué la inspiró a elegir esta cita? (“¿Soy un monstruo, o esto es ser una persona?”)

Con las citas pasa una cosa muy bella porque, de alguna manera, son como resúmenes del libro entero, ¿no? Lo que una como autora piensa que es su libro. Entonces la elección tiene que ser muy certera y tienes que tener con la cita un vínculo especial. A mí me pasa una cosa y es que me siento muy cercana al universo narrativo de Clarice Lispector y eso hizo que sea muy fácil elegir algo de su obra, pero también me parece que tiene que ver con la recurrencia del pensamiento infantil que hay en el libro. Quizás esa pregunta, la de Lispector, “¿soy un monstruo o esto es ser una persona?”, es una que yo me hice muchas veces de niña, cuando aún el “yo” estaba construyéndose y, de pronto, tienes pensamientos que te asustan y que crees que nadie más tiene.    

La otra cita es de Fabián Casas y declara “todo lo que se pudre forma una familia”. ¿Hay algo detrás de la decisión de elegir a estos dos autores, además de las citas mismas?

Con Clarice Lispector sí, como te decía, porque yo con ella tengo un vínculo muy especial, siento que tenemos similares obsesiones, dolores, ansias, búsquedas. Lo de Fabián Casas, en cambio, fue como más, ¿cómo decirlo?, mágico porque en la temporada en la que estaba armando el libro di con esta frase, se citaba en una entrevista que le hacían a él, y me cayó como una bala en el corazón. “¡Es eso!”, pensé, “¡es exactamente eso!”. Creo que ambas resumen muy bien lo que es el libro y “conversan” perfectamente con lo que yo intento mostrar en mis cuentos.  

¿Siempre imaginó a Pelea de Gallos como una colección de cuentos cortos? ¿Por qué eligió este medio?

Esta pregunta requeriría de horas de conversación porque en verdad Pelea de Gallos nunca existió en mi cabeza hasta que di con las personas adecuadas. Quiero decir que aunque yo soy la madre del libro, Pelea de Gallos tiene un padre y otra madre. Yo escribo ficción desde muy pequeña, pero por varias razones (miedo a la crítica, síndrome de la impostora, comentarios negativos sobre mi literatura cuando era muy joven) nunca pensé en publicar eso que yo escribía en privado. Hace unos años empecé a participar en unos jams de escritura por diversión y me empezó a ir bien, así que me arriesgué y participé en un par de concursos. Los gané y se generó una cierta atención hacia mí que derivó en que una agente literaria, Amaiur Fernández, de International Editors, me pidiera leer más de lo mío. Así empezó todo, como en los cuentos infantiles: con una hada madrina. Ella me ayudó a armar un libro que mandamos a diferentes editoriales, pero la que a mí me hacía toda la ilusión del mundo era Páginas de Espuma. A Juan Casamayor, el editor de Páginas de Espuma, le gustó el libro, lo trabajó conmigo, lo editamos juntos y, bueno, el resultado de eso fue este increíble viaje llamado Pelea de Gallos que ya tiene seis ediciones españolas, una mexicana, una estadounidense y en 2021 una británica. Además de las ediciones portuguesa y griega que vendrán más adelante.      

Los relatos son repugnantes, chocantes y sórdidos. ¿Quería conmocionar a los lectores con estos relatos? ¿Se podrían considerar cuentos de hadas latinoamericanos actuales, o quizás fábulas?

La tibieza es algo que no me gusta. De hecho, mi frase favorita de la Biblia es aquella del Apocalipsis en la que dios dice “a los tibios los vomitaré de mi boca”. Tampoco me gustan los eufemismos. A la hora de escribir lo último que quiero es esconder. Los relatos te pueden parecer obscenos, insoportables o como dices “repugnantes, chocantes, sórdidos”, pero no te dejan indiferente y eso es lo que yo busco. No soportaría que ante los temas que trato en mi literatura los lectores se quedarán neutrales, que bajar al infierno del abuso, el dolor y la violencia no los cambiara aunque sea un poco. Yo quiero que el lector no pueda salir de este libro indemne. Además, pienso que esos sentimientos que bien describiste te permiten quitarte la venda de los ojos y necesitamos que la gente se quite la venda de los ojos. Lo necesitamos urgentemente.  

“…necesitamos que la gente se quite la venda de los ojos. Lo necesitamos urgentemente.

Usted ha dicho que Pelea de Gallos quiere cuestionar “la institución más absurda que existe hoy en día” – el hogar. ¿Puede elaborar un poco sobre este comentario? ¿De qué maneras desafían esa institución estos cuentos?

La familia como concepto sagrado e intocable me parece absurdo en el mundo de hoy. Hemos desacralizado casi todas las instituciones: religión, estado, ejército, pero seguimos considerando la familia una institución incuestionable y lo que me preocupa es que lo que no se puede cuestionar se vuelve fácilmente totalitario, fascista, dictatorial. Me preocupa que lo de “honrarás padre y madre” siga siendo exactamente igual que hace siglos cuando sabemos que nuestros padres son tan falibles, obsesivos, ridículos, violentos, fallidos como nosotros y que hacen lo que pueden y que se equivocan mucho más de lo que aciertan. Siento que si pudiéramos cuestionar ese concepto sagrado de familia podríamos establecer unas reglas del juego distintas, más horizontales y basadas en el respeto mutuo, en la comunicación y, además, podríamos sanar las heridas de mucha gente que sigue pensando en por qué sus padres no los quisieron. Las heridas que te deja la familia son las que nunca se curan, las que se abren una y otra vez, las que se pudren y no te dejan nunca en paz. Eso tendría que cambiar, ¿no crees?

Muchos de los cuentos están escritos desde la perspectiva de un adolescente. ¿Por qué quería incluir esa voz adolescente en la narración? Tampoco podemos ignorar la presencia de las criadas a lo largo del libro. ¿Por qué fue importante incluir su perspectiva?

La adolescencia como momento vital me obsesiona porque es un momento frontera y las fronteras me generan fascinación: son una cosa y también otra, pero a la vez ninguna, pero a la vez ambas. En la adolescencia se está moviendo la bisagra de la infancia y la de la adultez y las cosas que pasan en ese momento se vuelven increíblemente trascendentales: el amor, el dolor, todo se siente a fuego vivo, es el momento más cinematográfico, más literario, de nuestra existencia y por eso me interesa visitarlo en mi literatura. Los adolescentes de Pelea de Gallos están lidiando con muchas más cosas de las que los adultos son capaces de imaginar o respetar y siento que es en ese momento en el que la inocencia se va perdiendo donde están muchas de las grandes verdades de la existencia. Lo irreparable llega muchas más veces de las que quisiéramos durante la adolescencia. 

Las empleadas del hogar son personajes imprescindibles y fascinantes para mí. Al venir de una sociedad como la ecuatoriana es imposible no reparar en esas mujeres que comparten la totalidad de nuestras existencias, que cumplen el rol de madres de los bebés y el de hijas de los ancianos. Hablamos de personas que comparten tu vida mucho más que tus familiares, que son testigos de todo lo bueno, lo malo y lo abyecto de nuestras existencias, que conocen todos nuestros secretos y que, sin embargo, son maltratadas, abusadas, ridiculizadas, mal pagadas y discriminadas. Me interesaba mucho que tuvieran voz propia y que fueran narradoras.

La prosa me pareció precisa y frugal. ¿Fue una decisión consciente narrar en este estilo? ¿Cree que su trabajo como periodista haya informado su estilo literario?

Sí, estoy segura de que mi trabajo periodístico me dio una forma de narrar como dices “precisa y frugal”, pero además me dio una forma de contar lo que veo sin trampa e invitando al lector a que lo “vea” conmigo sin disfraces ni ocultamientos. Me parece que hacer partícipe al lector de lo que estás narrando por medio de descripciones que vayan a los sentidos (colores, olores, texturas) es un recurso que aprendí haciendo crónica periodística. Tuve la suerte de tener magníficos editores que me ayudaron a afinar la mirada y a pulir la forma de contar hasta convertir las palabras en algo físico, algo tangible.  

Yo siempre quise crear una súper heroína.

Muchas de las mujeres del libro se rebelan contra su propio destino, reapropiando la violencia que se les ha sido dirigida. ¿Siente que esto sea un elemento clave de la colección?

Yo siempre quise crear una súper heroína, algo así como la Mujer Maravilla, pero no sé escribir literatura de súper héroes, así que tuve que pensar la manera de crear a una mujer con poder, pero realista. La protagonista de “Subasta”, por ejemplo, usa su aprendizaje infantil sobre el asco en los hombres para salvar su vida. Ella para mí es mi heroína. No tiene lazos mágicos ni aviones invisibles, pero tiene el conocimiento y, como las brujas, logra asquear y asustar para que la dejen en paz. 

En ‘Persianas’, una madre le pregunta a su hijo si se quiere casar con ella. El le contesta que “todo el mundo me ha abandonado, así que yo digo que sí”. ¿Qué observación plantea en torno a las relaciones entre las madres y los hijos?

A ese cuento que mencionas le tengo mucho cariño porque estamos hablando de un adolescente varón camino a convertirse en un hombre y él no quiere eso, no quiere repetir los modelos de masculinidad que conoce: hombres que abandonan, que traicionan, que olvidan, que no aman. Él ama mucho y esa es su desgracia. ¿Qué destino tienen los hombres de corazón blando? Este chiquillo es como un pájaro herido clamando por un auxilio que nadie le da. Su madre, mientras tanto, es una mujer abandonada, una mujer que también amó y no fue correspondida. Madre e hijo están hermanados por esa necesidad de ser amados y ese deseo tan bestial los convierte a los dos en seres abyectos. Ella hace lo innombrable con su propio hijo y él acepta. ¿Por qué? Por amor. Este cuento habla de una búsqueda del amor tan desesperada, tan irracional, tan ciega, que nos vuelve monstruosos.  

Pelea de Gallos ha sido traducido al inglés y será traducido al griego y al portugués. ¿Cuál fue su rol en el proceso de traducción? ¿Qué le pareció la traducción? ¿Hubiera permitido que un hombre lo tradujera?

El proceso de traducción al inglés que hizo Frances Riddle fue una delicia. Tuvimos varias conversaciones mientras ella trabajaba con la traducción y para mí era fascinante verla convertir eso tan mío, tan perteneciente a mi idioma personal, en otra cosa, en algo que perteneciera al inglés como si hubiese sido creado en esa lengua. Creo que eso hacen los buenos traductores: convertir un texto en ciudadano de otra lengua y por supuesto hacer eso requiere de una técnica, un conocimiento de ambas lenguas y una sensibilidad que me maravillan. Lo de Frances fue un trabajo titánico para comprenderme y comprender el ambiente en el que se desarrollan las historias. La traducción tiene que ser de las palabras, pero también de lo no dicho. El buen traductor traduce también los espacios en blanco, el aire, la atmósfera. Estoy feliz del resultado. Y sí, por supuesto, traductores y traductoras con la sensibilidad de Frances son bienvenidas y bienvenidos.  

Pelea de Gallos fue publicado por la editorial Páginas de Espuma


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